jueves, 20 de diciembre de 2007

V I D O C Q. El Mito.

Insparados en las Memorias escritas por el galo Francois-Eugéne Vidocq, ex-presidiario y fundador de la súreté que, en la primera mitad del siglo XIX, regentó una agancia de investigación privada, Pidof y Jean-Christophe Grangé Pergeñan un guión, a ratos apasionate, que mezcla por igual tópicos del cine de detectivas y del cine fantástico:guión que narra la investigación que lleva a cabo el periodista Etienne Boisset para esclarecer unos misteriosos asesinatos mientras varios flash-back subjetivos, fruto de las sucesivas entrevistas con sospechosos y/o testigos, componen el rompecabezas pertinente.
Lo más destacable de Vidocq son, sin duda, los paisajes virtuales creados por ordenador. recrean a la perfección el clima de malestar que se vive en las calles. resultan tan descriptivos que yo incluso echo de menos más escenas en exteriores para poder disfrutar de nubes y tormentas virtuales (aunque en algunas se noten algunos recortes malillos). La imagen de los guardaespaldas con el cuello de su abrigo hasta las orejas con ese oscuro cielo es de lo mejor de la película. La película transcurre en base a entrevistas y flash-backs. Pocos momentos de la realidad que se investiga, realmente una lástima ya que el alquimista merecía más atención. La película narra la investigación de la muerte de Vidocq en manos de este ¿asesino? Resegimos los pasos que hizo este detectiva desde los puntos de vista de varios personajes hasta unas horas antes de su muerte. es un trabajo periodístico más que de la policía. ¿una biografía o una investigación?.
El poder de la máscara resulta desaprovechada en mi opinión. Se ha escrito un final para contentar a los que querían saber quién mató a Vidocq. Pero no quedamos satisfechos los que queremos saber los poderes de la máscara más allá de lo que haga el asesino que se la pone. Quedamos nosotros insatisfechos en beneficio de los que no quieren ver en la máscara algo que no se puede explicar más allá de la inmortalidad.

Quizás es que yo esperaba algo más del alquimista. Algo más que verle pelear con Vidocq, algo más parecido a caer de varios pisos y levantarse tan tranquilo o juntar los brazos y desaparecer. esperaba más sucesos sin explicación. Quuizás por eso no me contenta una historia basada en conversaciones y en un par de mentiras.
Francois Vidocq existió realmente entre los siglos XVIII y XIX en aquella Francia que fue revolucionaria en un principio e involucionária a posteriori. Como dijo Lampedusa: Todo tiene que cambiar para que nadie cambie. O algo así. Fue ladrón antes que policía y se convirtió en leyenda viva cuando Honorate de Balzac lo inmortalizó tras haber leido sus memorias. El filme de Pitof es una fantasía sobre hechos reales que tiene formato de cuento entre tétrico y gótico descrito con la convulsa caligrafía de la posmodernidad tecnológica más avanzada.
Vidocq es una muestra más de ese cine que recientemente se está explotando en el país vecino y que se exporta tan bien. Un cine que, en el extremo opuesto a ese otro-tambien francés- intimista, dialogado, costumbrista, intenta ergirse con identidad propia bebiendo de su propia tradición y conjugando su experimental apuesta con la comercialidad. En Vidocq encontramos el cómic, el fantastique, la ciencia ficción, el videoclip, la literatura de edgar Allan Poe y la influencia de la factoría Hammer por partes iguales, consiguiendo una mezcla sólida, sin grumos, de renovada apariencia familiar.

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