domingo, 18 de mayo de 2008

LA ULTIMA NOCHE DE BORIS GRUSHENKO. El Comienzo Y El Fin De Una Nueva Etapa De WooDy AllEn, Tremendamente Desternillante.

Tanto en su película anterior, El dormilón (Sleeper, 1973) como en la causante de estas líneas, Woody Allen no desarrolló sus historias en el presente, al contrario que ocurre con la mayor parte de su filmografía. Sin en la primera has habla de un futuro pco halñagüeño influido entre otras cosas por la novela 1984 de George Orwell, en esta ocasión se remonta a la sociedad rusa de principios del siglo XIX, una sociedad que mayormente conocemos gracias a la grandes novelas de Dostoievski, Tolstoi, Pushkin o Gogol, por citar a los más importantes y representativos, y en parte se nutría de ellas para construir una delirante parodia de esa sociedad ( a a la vez un homenaje a estas bovelas). A esto hay que añadir unas pinceladas existencialistas y la continua presencia del sexo, fuente de vida, y la muerte ( y a caballo entre ambos, el amor), temas fundalmentalmentales a lo largo de toda la obra de Allen. El propio título original, Love An Death (amor y Muerte), cuya trasfiguración a nuestra lengua, aunque alejada de sus significado, no resultó tan desafortunada como cabría esperar, además de remitirnos casi inmediatamente (aunque sólo sea por la concisión de los dos terminos entrelazzdos por la conjunción copulativa más común). a dos títulos emblemáticos de la novela rusa del XIX como son Guera Y Paz, de Tolstoi, y la dostoievskiana Crimen y castigo, tambien representa el tema central de la película.
La última noche de Boris Grushenko repesenta un punto de inflexión en la trayectoria filmográfica de allen. a partir de aquí se separaban sus primeras películas, las slapstik comedies (que aquí se han dado en llamar comedias de golpe y porrazo, y de las cuales son herederas las películas de los hermanos Zucker y las que han dado fama a Leslie Nielsen, auqnue lo hayan llevado hasta tal exageración que terminan aburriendo), en las que, a pear de la existencia de un argumento más o menos consistente, se sostienen principalmente sobre una sucesión de gags, de los que inevitablemente algunos eran malos, otros divertidos, y otros sinceramente geniales (alguno tenia que serlo siendo obra de un genio), de sus películas más intimistas (en parte por la autobriográfico de muchas de ellas), en las que a pesar de no abandonar la comedia (salvo las tres excepciones que suponen Septiembre, Interiores y Otra Mujer, si no me equivoco), tienen unos guiones mucho más solidos, mejor construidos, y sobre todo, los gags nacen más de situaciones verosímiles que va creando la historia, que del propio absurdo.
No quiere decir esto que La última noche de Boris Grushenko supusiese una inmediata ruptura con el pasado, pero sí que ya comenzaba a notarse muestras de las dos corrientes, puesto que la separación definitíva llegaría con su siguiente película, la oscarizada Annie Hall (1977). En cualquier caso, aqui ya nos encontramos con una historia bastante mejor hilvanada, aunque en contraposición seguimos encontrñándonos con los gags absurdos (incluso al margen de algunos anacronismos totalmente intencionados), pero muchos de ellos, como ya digo, geniales. a recordar, entre otros, siendo imposible citar todos, cuando Grushenlo, herido en duelo en un brazo por su oponente, dispara al aire y la bala le cae en el otro brazo, dejándolo herido de ambas extremidades. Evidentemente, y del mismo modo que ocurre en los dibujos animados, en la siguiente secuencia, la boda de Boris con Sonja (que a pesar de no amarle se lo había prometido, pensaado que éste no tenía posibilidades de salir con vida), éste no muestra señal alguna en sus brazos de lo sucedido, y sinceramente, no importa lo más minimo, forma parte del juego.
Pero sin duda el gran punto fuerte de este film y donde a mi juicio mayor ventaja saca a sus primeras obras a falta de ver Bananas (1971) es en los diálogos. En una palabra, son brillantes. Poco importa que algunaos sean meros juegos de palabras u otros igual de absurdos que algunos gags, el hecho es que réplicas y contrarréplicas, incluso los monólogos de Grushenko (algunos mirando fijamente a la cámara en primer plano), son desternillantes, y aveces muy certeros.
Efectivamente La última noche de Boris Griushenko diferencia una nueva etapa de Allen, despidiendose a lo grnde con esta desternillante obra de arte contemporánea, que sumerge al espectador en destartalados diálogos gags imprevisibles, eso sí no fáciles de asimilar por aquellos espectadores de los que Woody Allen no sea de su agrado.


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