
"Indianas Jones Y el temple Maldito" posee ese punto de candidez que aún se podía encontrar en los ochenta, cuando no se había fraguado ese absurdo pudor que empuja ahora a que bocanadas de mundanidad atraviesen la pantalla e invadan toda la atmósfera de la película. No hay ninguna necesidad de mostrar al héroe cortándose las uñas de los pies, ni de exibir en pantalla lo que ha sido una ardua labor de documentación para conseguir una precisa contextualización histórico-geográfica en algunos aspectos concretos a capricho del director.
Dejando al margen el innegable poder de las modas, se podría pensar que estra mnía por el verismo a toda costa es un método para acercar más la historia al espectador. Películas como ésta demuestran que es totalmente innecesario. Es innegable que "Indiana Jones" ha sabido conectar prrefectamente con el público, y eso sería imposible si realmente la historia se viera desde la lejanía. No importa que los acontecimientos sean poco verosímiles y que toda la acción se desarrolle en un entorno claramente quimérico.


Como enlas otras dos películas, el arqueólogo más famoso del mundo parte en busca de una conocida reliquia del pasado para termianar encontrandose a sí mismo, irse con la chica y perder la maquinilla de afeitar por el camino. Dándole un respiro al Tercer Reich, en esta ocasión Indiana Jones se enfrenta a una oscura y sangrienta secta hindú que, mientras se encuntra a la espera de conquistar el mundo, se dedica a incinerar figurantes durante espectaculares performances y a dar honrados puesto de trabajo en el secotr minero a un enjambre de niños que al final de la película vuelven a sus casas con una profesión aprendida.

Recomendada a conductores de montaña rusa sin la "L", a aficionados a los coros religiosos y adictos al látigo.
El templo Maldito situa la acción un año antes de la búsqueda del arca perdida, por lo que puede tener el apelativo de "precuela", una especie de aventura marginal en la que el héroe Indiana Jones es partícipe de una trama en tornoa oscuros rituales de la India. El prólogo, en un restaurante de Shangai, es de antología y marca el arranque de un ritmo inquebrantable en una de las películas más frenéticas de la filmografía de Spielberg, si dar respiro al espectador, va secuenciando situaciones a cada cual más aparatosa, sin perder la capacidad de entretener, pero con menos estilo que en el Arca Perdida.
Su precedesora, com ya he dicho, tenía virtudes a raudales en los distintoas facetas que puede ofrecer este tipo de cine. Un espectáculo articulado mediante una historia sencilla pero vivificada a base de personajes, modelo manejados con soltura, algunos de ellos incluso demasiado estereotipados, y aun así la película nunca caía en un desenfreno ridículo o saturado de tópicos.

Decíamos que lo importante noi era la complejidad, sino caracterizar personajes con garra y sin caer en el cliché. Kate Capshaw, reina de la función, no solo es un personaje estereotípado y molesto a veces por sus excesos expresivos, deviene en un figurín ridículo en forma de loca que se pasa todo el rato pegando gritos y diciendo estupideces varias, pero que a la vez la hace encantadora diva loca de atar. El personaje de Willie supone una importante rémora en el estilo, el cual termina por invadir la mayor parte de las secuencias. Por otro lado, el nuevo acompañante del héroe es un niño que poco aporta aparte de tener su momento lacrimógeno, en la línea del Spielberg más endeble y facilón, y ademas sabe Kung-fú.
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