jueves, 8 de mayo de 2008

EL COLECCIONISTA DE AMANTES. No Es Nada Del Otro Mundo. Pero Sin Embargo La Recordarás.


Este thirller sigue la estela de títulos como El Coleccionista, de William Wyler, y de otros más recientes como El Silencio De Los Corderos, de Jhonathan Demme, o CopyCat de Jon Amiel; pero de modo más convencional, a veces algo perezoso, con soluciones poco creíbles.
Gary Fleder (Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto) prometía más a la hora de dirigir una historia inquietante. Aparte de las briosas escenas en un bosque y de la magnífica interpretación de Morgan Freeman (da alma a un personaje muy poco definido), poco más presenta el film en su haber.
Alex Cross (Morgan Freeman) es un psicólogo forense de Washington que tendrá que viajar hasta una localidad de Carolina del Norte llamada Durham cuando le comunican que su sobrina Naoimi (Gina Ravera) ha sido secuestrada. Colaborando con la policía local, Cross se ve involucrado en un caso que tiene como punto de mira un psicópata que se hace llamar Casanova y que secuestra a bellas e inteligentes mujeres. Una de ellas es la doctora Kate McTiernan (Ashley Judd).

La trama del film, ue adapta una novela escrita por James Patterson, no sobresle demasiado por su originalidad ni su creatividad pero el estiloso sentido visual de su director, Gary Fleder, logra que la atmósfera, el suspense y la intriga semantenga, especialmente en su primer tramo, con una intensidad aceptable y un tono logrado pero derivativo, con un enfoque fotográfico cercno a "SEVEN", película que junto a "El Silencio De Los Corderos" son las dos cintas inspiradoras para Fleder en su proceder cinematográfico.
Al margen de carecer de singularidad propia, la eficaz construcción de planos y el virtuoso empleo del montaje, empleados con eficacia para la definición emocional del momento de la situación o el/los personajes, consiguen deparar algunos pasajes bastante disfrutables.

La película detectivesca, que contiene en su desarrollo un escaso análisis psicológico en sus principales caracteres y la base de un simple whodunit como motor del asunto, está bien interpretado pero carece de magnitud por basarse en un guión lleno de tópicos y pequeñas taras que tambalean un conjunto predecible, el cual va perdiendo fuelle al mismo tiempo que su metraje avanza.
En una película de asesinos inteligentes, el verdadero juego está en el duelo entre el detective y su presa. En lo mejor del género policiaco, se estableció como norma que el autor dejaría siempre pistas al lector para adivinar la conclusión antes que el detective. Ese es el juego en el que debe basarse una película de este género.
El coleccionista de amantes se une el tipo de películas que no siguen esta regla. Formalmente parece que sí, que podemos seguir al detective en su búsqueda de pistas, pero este camino se rompe en el punto más débil de la investigación. Avanzamos con Alex Cross hasta un momento en el que, no sabemos cómo, acierta con la droga que le han suministrado a la doctora McTiernan. No es un descubrimiento u uno consecuencia lógica, sino una iluminación basada en un diagnóstico muy poco preciso. Como por arte de magia, sabe que la droga es el sistol.
Desde luego El coleccionista de amantes no pasará a la historia del género de películas de serial killers, pero si deja un regustillo en la mirada del espectador que hace no borrarla de la mente y aceptando todos sus defectos los olvidamos en pos de una trama perfectamente previsible pero cautivadora al mismo tiempo, gracias al estilo visual de Fleder que hace reconocer una atmósfera como terorífica con unows simples toques de luz.

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