Teniendo en cuanta el deficiente nivel en el que se halla la comedia actual, "El Diablo Viste De Prada" supone un soplo de aire fresco en una cartelera repleta de títulos que lo único que ha hecho es que sintamos cierto hastío por uno de los géneros más populares del Séptimo Arte. Así, no cesan de estrenarse una serie de huecas, plúmbeas y facilonas películas que responden a un mismo patrón, siendo su objetivo el de contar, por medio de la ley del mínimo esfuerzo, a un público joven y no muy exigente. Que conste que esto es respetable, pero al mismo tiempo pienso que es irrefutable el hecho de que se echa en falta una mayor variedad en esta clase de largometrajes, y prueba de ello es el éxito que ha obtenido en los Estados Unidos esta cinta de David Frankel, país en el ue ha recaudado más de ciento veinte millones de dólares
"El Diablo viste de Prada" nos cuenta la histoira de Andrea, una chica que, una vez terminados sus estudios de Periodismo, consigue un trabajo en una importantísima revista de moda, si bien su tarea será la de convertirse en la asistenta personal de Miranda Priestly, la temible editora de esta publicación. Por supuesto, no será fácil acomodarse a su nuevo puesto, sobre todo teniendo en cuenta que ha de satisfacer todos los caprichos de la mujer que la ha contratado y, si es posible, ganarse su confianza.

Las peripecias de Andrea podrían ser las de cualquier pececillo que ha de nadar en un mar infestado de tiburones. Para sobrevivir, la joven ha de amoldarse a la nueva realidad que la rodea, resistiendo los envistes de uan despótica jefa y de un grupo de personas que prácticamente están dispuestas a hacer cualquier cosa con tal de llegar a lo más alto. Andrea deberá sopesar si en verdad desea que su vida sólo sea una renuncia a su moralidad. Durante el desarrollo del relato, el espectador probablemente no lanzará demasiadas carcajadas, pero sin duda sonreirá con ganas a lo largo de buena parte del metraje.



Lamentablemente se desperdició esa oportunidad, pues la película resulta ser una flácida comedia con ocasionales incursiones en el más falso y trillado melodrama imaginable, de modo que la experiencia general es moderadamente pasable.
Lo más llamativo de la cinta es, valga la paradoja, la ausencia de vistosidad. Tal vez harto de las atmósferas pijoteras y rosáceas de "Sexo en Nueva York", serie para la que David Frankel grabó varios episodiosm el director se mantiene en una línea reservada hacia aquello que está filmando. Ni grandes secuencias en las que los vestidos sean los protagonistas, cualquier cinta de Audrey Hepburn luce mucho más con sólo cinco cambios de ropa, ni un agobio desmesurado con terminología de diseñador y pasarela.
Cierto es que, al igual que en la serie de Sarah Jessica Parker, priman los sentimientos fáciles, los choques emocionales y las supuestas inquiedades femeninas de combinacion de colores y amor por los bolsos; pero no se trata de un ingrediente lo suficientemente original como para permitir a la película fluir con agilidad.

De la misma forma, los trucos visuales que se introducen para contagiar el estrés de trabajar para una redactora tiránica pierden funcionalidad y se arriman peligrosamente a ese pase de modelos que Frankel admira y evita a un mismo tiempo, el manido paseo por la calle durante el cual la protagonista aparece con distintos trajes indicando tanto el paso del tiempo como su conversión de patito feo a princesa.
BSO EL DIABLO VISTE DE PRADA. MADONNA "JUMP"
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