


X-Men Orígenes: Lobezno es uno de esos blockbusters cuya desbordante desidia manifiesta la premura que ha podido presidir su producción. Además, han sido notorios los embites entre los responsable del film con la Fox, así como su reciente filtración a internet pocas semanas antes de su estreno. El caso es que, a pesar de algunas escenas de acción ciertamente entretenidas, el film de Gavin Hood desaprovecha al gran personaje y a su carismático protagonista, un Hugh Jackman que hace suyo el personaje desde el principio, para embarcarlo en una confusa aventurita que carece de épica y veracidad alguna.
Y es que pese a la simplicidad de X-Men Orígenes: Lobezno, da la impresión de haber, en realidad, un revuelto argumental de narices. El film empieza de forma convencional, pero al menos, correcta. Pero tras su largo planteamiento desaprovecha cada una de sus subtramas para proponer un nuevo episodio de X-Men con nuevos mutantes, sin que sus presencias sean, en realidad, relevantes para la devanir de la acción.
La tragedia del personaje se ve continuamente devaluada por un dramatismo nulo, alto también presente en alguna escena más violenta de lo esperado (todo lo que ocurre en la granja en la que recala Lobezno), sin que haya tampoco un especial sentido del humor o de la autoparodia para justificar dichas carencias.

Por eso, y pese a estar repleta de personajes, (y la mayoría aparece y desaparece en la trama de forma arbitraria: Wade y Kayla, or ejemplo), así como de revelaciones finales supuestamente climáticas (pero absolutamente inverosímiles, incluso en el contexto de un comic de aventuras), la película naufraga a la hora de dar el necesario peso a su trama y a sus caracteres. Ello es debido a un guión que, pese a su esquematismo, no sabe dirigise a un punto concreto y que, por tanto, carece de objetivos. De modo que todos los conflictos familiares, amorosos o de pura aventura que aparecen diseminados la primera mitad del film son arbitrarios, y al final dan la impresion de que se resuelven de forma apresurada y sin un cierre adecuado.
Lobezno se antoja, debido a ello, como un film anticlimático, simplista y bastante insatisfactorio, y su trepidante montaje y su casi constnte acción no pueden disimularlo, sino que más bien lo subrayan. La película de Gavin Hood parece más un videojuego de peleas que una película de dicho género, impresión que se refuerza a medida que el matraje avanza y las expectativas creadas en su primera media hora no son complacidas. Sus personajes saltan y se pelean sin que la historia lo exija realmente, en escenas a veces accesorias, ruidossas y de pasmosa perentoriedad, como el enfrentamiento con Dientes de Sable y Gámbito en las Vegas.
Por eso, pese alguna persecución ciertamente visible, como aquella en la que Lobezno huye de las tropas de Stryker en la montaña y se deshace de un helicóptero, en lo que es el mejor momento del film, o momentos espectaculares, el climax final en la isla, el desaguisado no se arregla, y uno concluye que sus responsables se han conformado con parecerse a Elextra o Daredevil, más que a Spiderman 2, El caballero Oscuro, o incluso la pripia X-Men 2.


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